sábado, 8 de febrero de 2014

Man vs. Mantra



(Traducción voluntaria no autorizada ni remunerada— de un artículo reciente de Joel Stein en Time, texto original)


La meditación ha hecho que mi vida sea mucho más estresante. Esto es así porque es mi mujer quien la practica. Después de un estudio sobre meditación que hice para un artículo de portada de TIME, creo en todos los trabajos que demuestran que condiciona tu cerebro para centrarte y reducir la ansiedad. Lo que nadie se ha preocupado de analizar, sin embargo, es hasta qué punto la meditación es nociva para la gente que vive contigo.

A mi encantadora esposa Cassandra le pareció que necesitaba calmar su mente después de que la maternidad la estresase tanto que comenzara una pelea conmigo, tras la cual terminó dándome la razón. Por mi parte, pensé que le bastaba con seguir haciendo lo que estaba haciendo hasta el momento en que se percató de que yo tenía razón. Pero decidió que necesitaba un curso completo de meditación y se apuntó a uno que duraba cuatro días seguidos, impartido por un tipo llamado Théo Burkhardt. Me sorprendió que encontrase un instructor con solo una tilde en todo su nombre.

Théo enseñó a Cassandra cómo cerrar los ojos y no pensar en nada, sin duda, mientras la miraba. Porque solo hay una razón por la que un hombre se convierte en un instructor de meditación: para echar un polvo. Lo sé porque echar un polvo es la única razón por la que hacen todo todos los hombres. En mi caso, simplemente, no fui listo al elegir una profesión —ninguna mujer se excita cuando le cuentas que vas a hacer chistes hilarantes pero mezquinos sobre ella y la práctica de la meditación en una revista. Para confirmar mi argumento, la página de Théo en Facebook está llena de fotos de él posando con chicas atractivas. También pude saber que antes de enseñar meditación, Théo era actor. Me extrañó que entre sus trabajos previos no se incluyera el de organizador de despedidas de solteras.

Además de enseñarle a no hacer nada, Théo le confió a Cassandra un mantra. Ella se negó a decirme cuál era, con lo que me confirmaba que no era precisamente la palabra «Joel». Ahora, ella y Théo compartían un secreto, y ella iba a repetirlo en silencio para sí misma durante 40 minutos al día.

Más allá de introducir peligrosamente los celos en nuestro matrimonio, la meditación de Cassandra me causa estrés porque ahora se sienta sola en una habitación con la puerta cerrada, cantando el secreto que comparte con Théo dos veces al día, exactamente a las horas en que más necesito su ayuda: por la mañana, cuando preparamos para el colegio a nuestro hijo Laszlo de 4 años de edad, y por la noche, durante la cena, momento en el que Laszlo reclama nuestra atención para entretenerlo. «Lo ideal es hacerlo poco después de levantarte; tampoco se puede hacer después de la cena, porque la digestión se interpone en el camino, así que el mejor momento es hacerlo antes de la cena», explicó.

Théo también envió a Cassandra a una sesión con dos especialistas ayurvédicos que, al encontrarse con ella, debatieron sobre si era un aire o un fuego antes de darle un masaje. Cuando Cassandra volvió a casa, me dijo que deberíamos dejar de usar aceite de oliva, aceite de canola y mantequilla y en su lugar cocinar sólo con manteca y aceite de coco. Esto no habría sido un problema si cocinásemos principalmente comida polinesia y disfrutásemos del olor a quemado de todo.

Pensé que estaba mostrando una mentalidad abierta y sin prejuicios sobre todo esto y le pregunté a Cassandra si le impresionaba mi actitud. «La única cosa molesta es que después de mi meditación, haces algo similar a «Ohhhhhhm. ‘¿ya estás centrada?’ con las manos unidas delante de la cara», me dijo. «Un día diré algo totalmente normal, y responderás, '¡vaya, vaya, no estás centrándote! ¿seguro que estabas meditando? ¡no hables tan alto!' me haces desear que nunca te hubiera dicho que meditases». Aparte de eso, sin embargo, afirma que de hecho su mente se ha calmado. No creo que la meditación esté consiguiendo que Casandra sintonice mejor con el universo, porque si fuera así, habría percibido la energía que le envié diciendo: «¿Por qué no puedes simplemente tomar píldoras como hacen todas las mujeres normales?»

En diciembre, Cassandra comenzó a planear un viaje de meditación de una semana a la India con un grupo de compañeros de meditación. No era un momento particularmente adecuado, ya que tenía el programa piloto de una comedia de enredo y entregaba el guión de una película, además de seguir cotillenado el Facebook de Théo. Le pregunté por qué alguien tenía que ir hasta la India para cerrar los ojos y no pensar en nada. Ella explicó que era el centro espiritual de la meditación. Esto tenía tanto sentido como si me dijeran que era necesario irme a Las Vegas para masturbarse y ver porno.

Al final, Cassandra decidió no ir a la India e incluso aceptó meditar con el estómago lleno. Así que estoy un poco menos estresado. A pesar de eso, es difícil tener a alguien en casa tan centrado en centrarse. Hasta que no se dé por vencida con esto, voy a tener que plantearme empezar a meditar también.

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