domingo, 17 de enero de 2016

La gente se vuelve más estúpida en una multitud


[Traducción —no autorizada ni solicitada expresamente— de un artículo de Michael Bond publicado en bbc.com el 14 de enero de 2016]

La «sabiduría de la multitud» no siempre sirve; a veces, el pensamiento colectivo lleva a las personas a tomar decisiones equivocadas

La sala inferior de un céntrico pub londinense no es el sitio que un psicólogo corriente escogería para llevar a cabo un experimento sobre la toma de decisiones. No obstante, para Daniel Richardson es perfecto. Investigador en el University College London, su interés se centra en saber cómo el pensamiento de las personas sufre la influencia de las que están alrededor. En suma, confirmar si el hecho de saber qué eligen otras personas afecta a nuestras decisiones. Con este fin, es preciso disponer de un entorno de mundo real, donde la gente pueda mezclarse y socializar, mejor que un laboratorio de psicología donde estarían en una especie de cuarentena. 



Nos hemos reunido cerca de cincuenta personas en el Phoenix Arts Club del Soho, para asistir a uno de los estudios de «participación total» de Richardson.  El ambiente es distendido, y él está de pie ante nosotros, con la camisa arremangada como si de un actor de monólogos se tratase. Sin embargo, estamos haciendo ciencia de la buena. Todos los presentes nos habíamos inscrito en una página web especialmente configurada, desde la que podíamos mover un punto sobre nuestras pantallas táctiles, que trasladaba, a su vez, un punto equivalente en una gran pantalla situada en la parte frontal de la sala. Nuestras decisiones aparecían ahí arriba para que todos las vieran (y para que Richardson pudiera medirlas). Si todos mueven su punto a la vez, la pantalla se asemeja a un enjambre de abejas agitadas. 

Cuando nos hacemos al funcionamiento, el científico lanza su primera pregunta de la prueba: «¿Has hecho trampas alguna vez en un examen? Para responder "no" moved el punto a la izquierda, para responder "sí", a la derecha». En principio, respondimos de forma aislada, con los puntos ocultos; después, lo hicimos como grupo. Richardson trata de averiguar si las dos situaciones provocan resultados diferentes.¿Somos más sinceros cuando contestamos en privado? ¿cambiamos nuestra respuesta como reacción a la de los demás? 

La gente suele adoptar la opinión la mayoría aunque sea descaradamente incorrecta

Comienza el experimento principal: ahora se nos pide nuestra opinión.  «El Reino Unido debe salir de la Unión Europea», declama Richardson.  Casi todo el enjambre de puntos se precipitó al no. «Hay que prohibir las huelgas del metro de Londres». Los puntos comienzan a moverse agitados, mientras todos buscamos la seguridad en los números. «El que va a comprar comida para sus amigos tiene derecho a quedarse con la mejor parte». Se escucha un grito colectivo de indignación, seguido de una oleada de puntos a la izquierda. ¿Pero cuántos de nosotros discreparíamos si los puntos estuvieran ocultos? 

Es una lástima que los resultados finales no se entreguen esa la misma noche, porque formarán parte de una tesis de doctorado, pero Richardson está convencido de que acabarán demostrando los efectos perniciosos de la conformidad. Las decisiones que la gente toma en el seno de un grupo tienden a estar más cargadas de prejuicios y ser menos inteligentes que las adoptadas individualmente. «Cuando las personas interactúan, terminan por ponerse de acuerdo, y adoptan peores decisiones», señala. «No comparten información, únicamente tendencias. Estamos intentando calcular por qué ocurre esto, y cómo podemos alcanzar mejores decisiones colectivas». 

Cuando las personas interactúan, terminan por ponerse de acuerdo, y adoptan peores decisiones; no comparten información, únicamente tendencias

El trabajo de Richardson sobre la conformidad está en línea con una tradición de la psicología experimental de hace más de seis décadas. En los años 50, el psicólogo Solomon Asch de Harvard demostró que la gente adopta con frecuencia la opinión mayoritaria, aún cuando es obviamente incorrecta, e incluso cuando desafía a sus propios sentidos.  En la misma década, Read Tuddenham de la universidad de California encontró que sus estudiantes daban respuestas ridículas a las preguntas simples, indicando, por ejemplo, que los bebés masculinos tienen una esperanza de vida de 25 años, si pensaban que otros habían respondido de la misma forma. 

La conformidad del grupo presenta un marcado contraste con el efecto «sabiduría de la  multitud», según el cual al agregar las opiniones de una gran cantidad de gente se obtienen respuestas o predicciones más exactas que las de cada individuo. Esto sucede solamente cuando cada miembro de una muchedumbre emite sus juicios independientemente, y es la más eficaz cuando el grupo es diverso. En grupos cohesivos, por el contrario, donde los miembros comparten una identidad, la necesidad de unidad supera a todos los demás. Por tanto, si Richardson nos enseña una foto de una ballena asesina y nos pregunta cuánto pesa esa criatura, seguro que obtiene un mejor resultado calculando una media de las respuestas que le demos por separado, que persiguiendo la dispersión de puntos en la pantalla.

Pensamos en Internet como la superautopista de información, pero, en realidad, es una superautopista de las tendencias

Esa es la teoría. Los datos de la esta noche ayudarán a Richardson y a sus estudiantes a demostrarlo, y a explorar la respuesta a la pregunta más profunda de hasta qué punto la presencia de otras personas altera nuestra percepción y nuestra opinión. Nos lanza una reflexión sobre las redes sociales: «Pensamos en Internet como una superautopista de información. En realidad, es una superautopista de las tendencias».

Twitter y Facebook son maneras maravillosas de compartir información, pero puede ocurrir que, de hecho, como lo que compartimos son nuestros prejuicios, finalmente solo estemos volviéndonos más tontos.
Traducción: @adetorre

lunes, 11 de enero de 2016

Después de Charlie

[Traducción —no autorizada ni solicitada expresamente— de un artículo publicado en economist.com el 9 de enero de 2016]

Un año después de la aplicación de duras medidas de seguridad, la izquierda francesa considera que la última supondría ir demasiado lejos

PARA la izquierda francesa, SOS Racisme, un grupo antidiscriminación fundado en los años 80, es un tesoro muy apreciado. Con sus conciertos de rock y sus consignas, se trataba de un campo de entrenamiento perfecto para políticos socialistas, y sigue siendo un recordatorio nostálgico de lo que fue la aspiración multirracial. Ahora, mientras Francia conmemora el primer aniversario del atentado terrorista contra Charlie Hebdo, SOS Racisme dirige sus protestas a sus viejos amigos socialistas: el Gobierno del presidente François Hollande y sus últimas medidas contra el terrorismo. 

En un paquete que se presentará el próximo mes al parlamento, el Sr. Hollande planea incluir en la Constitución la posibilidad de retirar la nacionalidad a los ciudadanos binacionales, nacidos en Francia y que sean condenados por actos de terrorismo. La ley francesa ya permite esto para los binacionales con nacionalidad francesa posterior. Por razones de seguridad nacional hay otros países europeos, como Gran Bretaña, que pueden retirar la nacionalidad incluso a binacionales nativos. Pero la tradición de Francia del jus soli, o el derecho a la ciudadanía para los nacidos en su territorio, hace que esa medida sea especialmente sensible.
Atentados terroristas en Europa (gráfico en inglés)
Fuente

«Es una gran traición», señala Marouane Zaki, trabajador de SOS Racisme, con ciudadanía doble francesa y marroquí. «Se diría que los ciudadanos binacionales no son realmente franceses, y que el terrorismo no fuera un problema de los hijos de la república francesa, sino solo de los que vienen de cualquier otra parte». Más de un tercio de los ciudadanos nacidos en Francia con orígenes norteafricanos tienen doble nacionalidad, según el Instituto Nacional de Estudios Demográficos. Esta semana SOS Racisme se manifestó junto a la sede del Partido Socialista en París, acusando al gobierno de intentar «insertar la discriminación en el corazón de la Constitución». 

Hasta el momento, la dura política de seguridad del Sr. Hollande ha recabado un amplio respaldo de los partidos, y aún crecerá más, después de que la policía frustrase un aparente intento de atentado en París el pasado 7 de enero. Después de los ataques en París del 13 de noviembre, el presidente intensificó el bombardeo en Siria y adoptó un enfoque contundente frente al terrorismo. El estado de emergencia, que confiere a la policía la capacidad de hacer detenciones domiciliarias y redadas en locales, durará hasta el 26 de febrero. Con todo, la propuesta de retirada de la ciudadanía, respaldada por el 85% de la población francesa y defendida con fuerza por el xenófobo Frente Nacional (FN), es considerada por muchos izquierdistas como un salto excesivo.

Rebelión de los nacidos en el extranjero 

Anne Hidalgo, alcaldesa socialista de París, española de nacimiento, tuiteó su «firme oposición» a la propuesta. «No puede haber diferentes categorías de ciudadanos franceses,» destacó Samia Ghali, senador socialista nacido de padres argelinos. El reproche más fuerte quizás sea el de Thomas Piketty, economista izquierdista y autor de libros de gran éxito de ventas, que acusó al gobierno de «trabajar al dictado del Frente Nacional».

Es poco probable que la idea de perder un pasaporte francés sirva para disuadir a los terroristas suicidas. Lo importante es contar con mejores servicios de inteligencia y de policía, algo que ya viene reforzándose también en el hexágono. Manuel Valls, primer ministro socialista (español de nacimiento), ha reconocido que la propuesta es una «medida simbólica». La oposición de Francia la apoya ampliamente, pero Alain Juppé, anterior primer ministro de centro-derecha, describió su eficacia probable como «escasa, por no decir nula».

La protesta política deja al descubierto la fragilidad de la posición izquierdista del Hollande. Elegido en 2012 para exprimir a los ricos y terminar con la austeridad, Ahora, se ha pasado a una política económica más cercana a las empresas, para consternación de su partido izquierdista. Ha presidido un doloroso aumento del paro durante tres años seguidos. Pero su retórica belicista, tras los atentados del 13 de noviembre, en los que 130 personas fueron asesinadas, supuso para él un gran despegue en las encuestas. Ahora parece confiar en que la opinión pública le dé la legitimidad para superar la disensión de la izquierda más acérrima de las libertades civiles. 

Mientras Europa se enfrenta a la amenaza terrorista, este debate puede desplazar el centro de gravedad en materia de seguridad nacional. Los franceses han sido tremendamente tolerantes ante las limitaciones impuestas por el estado de emergencia, aun cuando las 2.700 redadas policiales realizadas hasta ahora hayan destapado pocas pruebas que puedan disuadir a los terroristas. Con Marine Le Pen, el FN se ha subido a la ola del miedo. «El ascenso del FN pesa mucho en el debate político,» dice Augustin Grosdoy, del Movimiento antiracismo y por la amistad entre los pueblos, «y la izquierda no es inmune». Un año después de Charlie Hebdo, puede que Francia esté más en alerta y con más patrullas, pero la unidad efímera de los «Je suis Charlie» ya parece un recuerdo del pasado.

martes, 29 de diciembre de 2015

Para acabar con el Estado Islámico, ayudemos a Túnez


[Traducción libre —no autorizada ni solicitada expresamente— de un artículo de Christian Caryl (@ccaryl), publicado en Foreign Policy]

Una de las mejores formas de debilitar a los yihadistas es ayudar a Túnez a demostrar que la democracia ofrece una mejor calidad de vida

Recientemente, el Estado Islámico bombardeó un avión de pasajeros ruso en vuelo, matando a las 224 personas que viajaban a bordo; también provocó atentados suicidas con explosiones en Beirut, en los que murieron 43 personas, y lanzó varios ataques en París que dejaron 129 muertos. Si alguien tenía alguna duda, ahora la ha disipado: la fuerza militar debe formar parte de la respuesta occidental al Estado Islámico.

Con todo, al tratar de bombardearlo hasta someterlo corremos el riesgo de crear más terroristas de los que estamos eliminando. Los propios ideólogos del Estado Islámico buscan espolear a sus enemigos hacia una reacción desmedida que cree nuevos reclutas para el califato naciente y erosione las libertades que consideramos garantizadas en occidente. Además, la fuerza militar no basta.

Occidente no podrá destruir el Estado Islámico sin una estrategia política que aborde los problemas que lo hicieron surgir. Este grupo ha prosperado porque ha proporcionado un hogar ideológico a los Suníes más agitados de Siria e Iraq. En Iraq, ofrece seguridad y refugio a los islamistas suníes y exbaazistas que fueron duramente perseguidos por los gobiernos shiíes instalados en Bagdad después de la invasión de EE UU en 2003. En Siria, goza de una reputación como el enemigo más correoso del presidente Bashar al-Assad. 

Será duro derrotar al Estado Islámico sin socavar antes su atractivo entre estas poblaciones descontentas. La visión fundamentalista del Estado Islámico también atrae a los yihadistas y a sus simpatizantes del más amplio Oriente Próximo y norte de África. Están encantados ante la promesa de un califato revivido que haga cumplir una versión estricta de la ley islámica y desafíe a Occidente plantándole cara. Las victorias militares sobre los combatientes del Estado Islámico contribuirán ciertamente a socavar su imagen de invencibilidad, pero si realmente deseamos derrotarlo del todo, es necesario ganar también en el terreno de las ideas. Eso incluye presentar un alternativa ideológica sólida. 

Afortunadamente, tal alternativa existe: Túnez. 

A pesar de los malos pronósticos, Túnez (11 millones de habitantes) ha destacado como el único caso de éxito entre las primaveras árabes. Los tunecinos se aferran a sus instituciones democráticas duramente ganadas a pesar de la considerable agitación política y económica que padecen. El partido islamista Ennahdha ha desempeñado un papel crucial en este éxito, demostrando su buena voluntad de compartir el poder con sus opositores ideológicos y permitiendo la genuina competencia política. 

La decisión que llevó al comité del Nobel a conceder el último premio de la paz a cuatro grupos determinantes para la transición democrática del país ha supuesto el reconocimiento internacional del logro de los tunecinos. Si Túnez puede mantener y ampliar a sus instituciones democráticas, enviará un mensaje vital al resto de Oriente Próximo y África del Norte. Demostrará que los árabes y la democracia no tienen por qué ser mutuamente excluyentes; demostrará a musulmanes practicantes que no tienen nada que temer de la separación entre religión y estado, y demostrará a los liberales que no deben tolerar a dictadores corruptos como única protección frente a las dictaduras religiosas. 

Una democracia tunecina próspera y vibrante es nuestro mejor argumento en contra de la dictadura yihadista. Ahora mismo, desafortunadamente, el experimento democrático de Túnez está en riesgo, debido a numerosas luchas políticas internas, una gran agitación económica y una seguridad debilitada. Por tanto, es hora de que la comunidad internacional coordine sus esfuerzos y haga todo lo posible para garantizar que Túnez consiga la ayuda que necesita. 

A quien piense que estoy inventándome todo esto, debo recordarle que fue precisamente Túnez el país que los yihadistas afines al Estado Islámico eligieron como blanco de algunos de los primeros ataques terroristas fuera de los límites del denominado «califato», el territorio ocupado de Siria e Iraq. En marzo de 2015, los yihadistas protagonizaron un tiroteo en un museo céntrico de Túnez, en el que mataron a 21 personas. Tres meses después, un pistolero mató a otras 38 personas en un complejo turístico de la localidad costera de Soussa. El hecho de que ambos actos violentos tuvieran como objetivo turistas extranjeros no fue casualidad. Los terroristas saben que la manera más fácil de someter a Túnez es herir su lucrativo sector turístico. Y en ese punto, parecen estar apuntándose el éxito. Aunque no hay cifras fiables, poco tiempo después de los ataques, muchos complejos tunecinos están cerrando ya debido a la carencia de visitantes. 

Tampoco es este el único problema al que se enfrenta Túnez. La economía no turística también está cediendo. La corrupción —uno de los principales detonantes de la sublevación de 2010 contra el dictador Zine El Abidine Ben Ali— continúa presente. A pesar de varias elecciones y una sociedad civil activa, el gobierno ha hecho poco para cambiar sus propias instituciones. En concreto, la base del viejo estado policial, el Ministerio del Interior, todavía tiene un gran poder con escaso control público. 

La lucha contra los yihadistas no parece ganar demasiado impulso. Túnez destaca como una de las fuentes principales de reclutas extranjeros del Estado Islámico, lo cual es una prueba de lo que aún falta por hacer. Estados Unidos y la Unión Europea (con su Política de vecindad europea) han hecho mucho para ayudar a Túnez. Pero ahora,  como consecuencia de los ataques de París, los amigos de Túnez tienen que aumentar su apuesta. 

Es hora de dar a la colaboración con Túnez una mayor prioridad en la política exterior. La comunidad internacional tiene que ayudar a Túnez a poner en marcha  reformas económicas importantes dirigidas especialmente a afrontar el desempleo juvenil y las enormes disparidades regionales en cuanto a bienestar y desarrollo, dos argumentos cruciales para el reclutamiento de yihadistas. Al mismo tiempo, ha de facilitar la ayuda financiera necesaria para amortiguar los efectos posibles del cambio. Los programas anticorrupción y otras reformas del gobierno deben ganar protagonismo. Es preciso acelerar los esfuerzos por alcanzar un acuerdo de libre comercio entre la UE y Túnez. 

En el ámbito de la seguridad, los gobiernos occidentales deben tratar de impulsar en este país la reforma de su anticuado aparato de seguridad, cuya mano dura y carencia de responsabilidades amenaza con crear insurgentes a más velocidad de la que se tarda en frenar su aumento. Esta colaboración en materia de seguridad debe centrarse especialmente en reforzar las fronteras de Túnez, cuyas fuerzas de control no están claramente por la labor de asegurar las enormes y porosas fronteras con Libia y Argelia. 

Si tenemos en cuenta la larga tradición de corrupción de la burocracia de la seguridad de Túnez, inyectar más dinero y armas no parece que sea la mejor respuesta. En lugar de eso, la comunidad internacional debe ayudar al gobierno a calcular las estrategias más eficaces y las mejores maneras de ejecutarlas. 

Imaginemos el impacto que una acertada transición tunecina podría tener en su región circundante. Imaginemos una democracia en el norte de África, cuyas grandes decisiones son adoptadas por representantes electos, con sus deliberaciones aireadas por una prensa libre y con una cultura cívica vibrante. Imaginemos una democracia árabe donde la policía y las fuerzas de la seguridad responden a la ley. Una democracia musulmana que cree bienestar, y lo distribuya con equidad, favoreciendo los impulsos emprendedores de la gente corriente, asegurando el imperio de la ley, y facilitando la auténtica competencia. 

Un Túnez próspero y democrático llevaría el mensaje de que tener petróleo bajo tierra no es la única solución que un país árabe tiene para ser próspero.

Todo esto es realizable. Túnez ha hecho ya una buena parte del trabajo. Pero necesita nuestra ayuda. Dado el tamaño de Túnez, los recursos implicados no son enormes, y las ventajas potenciales son incalculables. Elaboremos un plan Marshall para Túnez, en el que figure la ayuda de todos los países que deseen ayudar.

Traducción: @adetorre

domingo, 6 de diciembre de 2015

Intérpretes con alarmantes superpoderes


Publicado originalmente en CafeBabel, el 2 de noviembre de 2015

Ha tenido que aparecer un artículo en el diario alemán Die Welt, para orientar algún foco de atención hacia los intérpretes de idiomas, actores sin escenario, pero determinantes en el protocolo de admisión de los miles de refugiados que llegan a Alemania desde el inicio de esta terrible crisis humanitaria.

El país que más músculo quiere demostrar durante la gestión de la dramática llegada masiva de refugiados no consigue afinar el procedimiento para alinearlo totalmente con sus legendarios estándares de calidad —por no hablar ahora de VW, que también se empeña en enturbiar, por razones bien distintas, el brillo del lema Hergestellt in Deutschland, fabricado en Alemania.
El citado artículo, titulado de forma sugerente —o inquietante, por lo que luego explicaré— «El peligroso gran poder de los intérpretes de refugiados» (Die gefährlich große Macht der Asyl-Dolmetscher), firmado por Virginia Kirst en el conocido medio alemán, encadena hasta media docena de problemas que pueden dar al traste con los esfuerzos germanos de la fase inicial del proceso de acogida. En dicho proceso, todo depende de la «persona que decide» (Entscheiderin), tras una entrevista con cada peticionario. «Sin intérpretes, aquí no funciona nada» llegan a decir en la BAMF (Oficina Federal de Migración y Refugiados). 

EXCESIVO PODER SIN HOMOLOGAR 
El primero de los problemas es el excesivo poder que acumulan, sin proponérselo, estos intérpretes, pues, por un lado, son los únicos que entienden a ambas partes, algo crucial, y lleno de matices, como es de imaginar. Por otro lado, también son los únicos participantes en este filtro inicial que no tienen ninguna homologación ni reconocimiento explícitos del Estado basados en criterios de fiabilidad o profesionalidad. La autora no lo menciona, pero si ya hay voces que denuncian la infiltración de yihadistas entre las sufridas oleadas de personas, cómo no pensar en lo arriesgado que sería que esos mismos fanáticos se ofrecieran para facilitar el primer trámite a sus hermanos de armas, en un punto tan decisivo para su llegada a Europa. Un intérprete descontrolado es demasiado poderoso. Esto enlaza con el segundo problema: la BAMF no se rige por estándares de calidad a la hora de contratar a los intérpretes de algunos idiomas. La Asociación Alemana de Intérpretes y Traductores (BDÜ), llega a decir que, para las autoridades, «basta decir que eres intérprete para ser reclutado», en el caso que nos ocupa. Según recoge Kirst en su artículo, la Oficina Federal lo confirmaría, afirmando que «los únicos criterios son la competencia lingüística y la fiabilidad personal». Mucho poder y mucho riesgo, insisto. 

LOS MALOS INTÉRPRETES NO SON SANCIONADOS 
La consecuencia lógica de los dos problemas anteriores es el tercero, enunciado en el reportaje como «Los malos intérpretes no son sancionados»; es decir, no se la juegan de ninguna manera; como mucho, si se llega a demostrar que lo hacen fatal, puede que no vuelvan a ser llamados para la tarea. Para colmo, en la propia BAMF ya trabajan varios intérpretes que no pertenecen a la asociación oficial porque no han superado el examen estatal que los homologa como tales. No se libra ni el sistema. ¿Y las tarifas? Llegamos al cuarto problema, en el que la autora compara los 25 a 30 euros por hora que la Oficina Federal puede pagar a estos improvisados intérpretes –muchos de ellos son, en realidad, antiguos inmigrantes que tienen los recursos lingüísticos suficientes para comunicarse en ambos idiomas—, frente a los 70 € que cobra un intérprete oficial, sin incluir desplazamientos o preparación de los casos. Aunque el artículo no sugiere soluciones concretas, sí se pide que se destinen más medios a la capacitación de intérpretes profesionales, especialmente de idiomas como el árabe, el tigriña (idioma oficial de Eritrea) y el somalí, realmente escasos. «Si no hay suficientes profesionales, no podemos censurar a la BAMF por emplear a los que no lo son; sencillamente, no se puede cubrir la demanda», reconocen desde la BDÜ. 

CALIDAD Y TIEMPO ESCASOS 
El quinto problema es la escasa calidad de las interpretaciones, empeorada por la presión del poco tiempo disponible para las entrevistas. Hay quien no se entera de que le han denegado la solicitud de refugio a causa de una mala interpretación, y no se explica qué es lo que ha fallado. No es cuestión de matices o sutilezas idiomáticas: se trata de personas y de sus futuros. La serie de problemas termina con la constatación de que muchos de los refugiados desconocen sus opciones legales para defenderse, como la de tener un abogado presente durante la entrevista. Tampoco son conscientes de las terribles consecuencias que un abuso de poder —una mala interpretación— puede acarrearles en su incierto futuro. El asunto es complejo, y nadie dice que la solución sea sencilla, pero la hay. Estamos a tiempo, espero. Publicar en Die Welt esta lista de problemas puede ser una primera dosis de la kriptonita que se necesita para desactivar los efectos perversos de estos superpoderes. Por el bien de todos, es preciso regularizar con minuciosidad el ejercicio de esta hermosa profesión en uno de los ámbitos más humanitarios en que puede desempeñarse.

miércoles, 8 de julio de 2015

La secta de los viajadores bisnis (o ¿qué esconde la cortinilla gris de la cuarta fila?)


NO lo cuentan, y siempre responden con un «bah, tampoco es para tanto, no hay nada especial, un poco más de hueco para las piernas, el periódico y eso…», pero la verdad que se oculta tras las cortinas cerradas de la tercera o cuarta fila de asientos de un avión es mucho más enjundiosa.

Todo empieza cuando estas personas son avisadas para embarcar desde el altavoz del mostrador que da paso al pasillo elevado, o fínguer. En efecto, un viajador bisnis recibe una invitación Prioritaria o de algún Club o sociedad Plus, para acceder al aparato antes que nadie. De esa manera, evita dos experiencias terribles, reservadas al resto de los mortales, a saber, la cola de espera y la retirada repentina del equipaje de cabina. Eso es muy duro, y lo saben. Uno prepara con minuciosidad esta pieza de equipaje, la troli, y evita llenarla con más elementos de los necesarios, total, para un viaje corto, tampoco se necesitan más calcetines, ni tantas mudas limpias. Al fin y al cabo, si ocurriera un accidente, tampoco importaría mucho que el médico te pillase sin haberte cambiado de ropa interior.

Esa minimaleta imposible, que se ajusta perfectamente, nadie sabe cómo, al hueco de los armaritos de cabeza –es otro de los misterios de los aviones, lo trataré en otra ocasión, si consigo resolverlo. La experiencia, como decía antes, de sufrir una retirada unilateral e indiscutible de la maleta de mano es desoladora, por injusta y arbitraria, pues echa por tierra todo el esfuerzo de selección y organización que resumía hace unas líneas. Además, el tiempo que se tarda luego en recuperarla a la llegada, unido al riesgo de que se extravíe o se rompa en el inexplorado recorrido que debe efectuar por las bodegas de la aeronave, ya justificarían parte de la diferencia de la tarifa que pagan los viajeros prioritarios.

De todo esto se libran, y de mucho más, los dueños de un vip-llete de avión. Por cierto, casi omito detallar el pequeño paraíso que se abre a esta casta de pasajeros, cuando llegan con demasiado tiempo de antelación al aeropuerto. Es más, aunque no lo reconozcan –de nuevo el código de silencio del viajador bisnis— se sabe que muchos de ellos llegan antes al aeropuerto a propósito. En las salas para personas-muy-importantes, —vips lounges en inglés—, el viajante es recibido en un silencio casi monacal, solo roto por la música relajante y por el ruido de los hielos al chocar con el fondo de los vasos para combinados.

En casi todos estos templos de la espera mimada hay un muestrario de sándwiches, pastelitos, zumos, y todo tipo de infusiones, además de bebidas, de todas las graduaciones, incluso de las que no tienen ninguna. No obstante, un buen viajador bisnis sabe, por supuesto, que no necesita atiborrarse de comida, pues cuando se cierre la cortina separadora de clases, ya tendrá tiempo de paladear los menús provistos por la compañía para amenizar el trayecto y apaciguar el gusanillo a la deshora —casi nunca coincide con la habitual— de comer.

La experiencia clasista se refuerza una vez que el viajero bisnis ha accedido por fin al aparato, y ya se ha acomodado en su sillón. Como me estoy refiriendo a un vuelo corto, la holgura del espacio vital se asegura dejando libre el asiento intermedio. Esto dispensa al vip de la molestia de entrar en contacto, siquiera mínimo, con el codo del compañero de vuelo. ¿A quién le corresponde usar el reposabrazos? Esta pregunta queda respondida sin llegar a plantearse en el caso de los viajadores  de la zona bisnis. Cada uno tiene sus dos reposabrazos, el izquierdo y el derecho, que puede usar a discreción. El asiento central vacío es una concesión a la socialización, pues puede compartirse, en un alarde de camaradería entre viajadores casi vecinos, que así tienen un tema para romper el hielo, si les apetece conversar.

Pero esto no es lo principal de los primeros momentos. Lo sublime es la gozada de ver a los demás pasajeros desfilando —obligatoriamente— por el pasillo, observando fugazmente a los recientes usuarios de la sala vip, con la envidia contenida, y paseando la mirada con disimulo, por si detectasen algún famoso, un deportista de élite, o un político del candelabro. El baño de vanidad también forma parte de las sensaciones incluidas en un billete de primera clase.

La distribución del fláyer —podía haber dicho octavilla, pero estamos con aviones, y me pega más, esa cursilería— que recuerda el menú se produce, como todo lo que sucede tras el despegue, al abrigo que la famosa cortina separadora proporciona. De esta forma, los demás viajeros siguen felizmente ajenos a lo que sucede en las primeras filas de la cabina. Por supuesto, si ningún viajante bisnis incumple el código vip, nunca llegarán a enterarse. Lo verán en alguna película, pero no se lo creerán. Así se refuerza el misterio de la casta bisnis, y nadie debe romperlo. Es muy práctico, porque sería muy difícil hacerles creer que la comida viene servida en recipientes de loza y cristal, o que hay cubiertos metálicos. No, es mejor así, la ignorancia es la felicidad. Bendita cortinilla gris.

Mi fuente informadora, que decidió desvincularse hace poco de la clase privilegiada, me reconoció que, pese a las críticas que circulan por los blogs de viajes, «¡la comida que sirven en la clase business es muy sabrosa!» El vino, en botellitas de cristal, se escancia en copas diminutas, para evitar los derramamientos, y «el pan está caliente, como recién hecho», afirmó. Auténticos privilegios, reservados para unos pocos, ciertamente.

Corro el riesgo de ser señalado y excluido en un futuro de esta categoría de viajeros de postín; aún así, espero haber contribuido a destripar sin miramientos el misterio que se esconde tras la cortina gris de los aviones, tan bien guardado hasta la fecha como el mito del servicio de chicas, ya derribado con profuso detalle en la literatura moderna.

lunes, 28 de julio de 2014

La comunicación en tiempos inexplicables


El informe secreto que ayuda a los israelíes a ocultar los hechos 
La habilidad de los portavoces de Israel obedece a pautas fijadas por el encuestador estadounidense Frank Luntz 

ATENCIÓN: ESTE POST ES UNA TRADUCCIÓN LIBRE DE ESTE ARTÍCULO DE PATRICK COCKBURN EN EL DIGITAL "THE INDEPENDENT" AÚN NO AUTORIZADA EXPRESAMENTE POR SU AUTOR.

Los portavoces israelíes tienen que esforzarse mucho para explicar cómo se ha matado a más de 1.000 palestinos en Gaza, la mayoría de ellos civiles, en comparación con sólo tres civiles muertos en Israel por Hamas con cohetes y fuego de mortero. Pero en la televisión, radio y prensa,  portavoces del gobierno israelí, como Mark Regev, ofrecen un aspecto mucho más astuto y menos agresivo que sus predecesores, que frecuentemente se mostraban indiferentes ante el número de palestinos muertos.

Hay una razón para esta mejora en la práctica de las relaciones públicas de los portavoces israelíes. A juzgar por lo que dicen, están siguiendo una estrategia basada en un estudio profesional, bien documentado y confidencial sobre la manera de influir en los medios de comunicación y la opinión pública en Estados Unidos y Europa. Escrito por el experto encuestador y estratega político republicano Dr. Frank Luntz, este trabajo fue encargado hace cinco años por un grupo llamado The Israel Project, con oficinas en EE UU. e Israel, para ser empleado por aquellos «que están en la vanguardia de la lucha en la guerra mediática con Israel».

Cada una de las 112 páginas del libro tiene la indicación «no distribuir ni publicar», y es fácil entender los motivos. El informe de Luntz, titulado oficialmente «Diccionario del idioma mundial de 2009 del Proyecto Israel» (The Israel project's 2009 Global Language Dictionary), fue filtrado casi de inmediato a Newsweek Online, pero su verdadera importancia apenas fue apreciada. Debería ser lectura obligatoria para todos los interesados, especialmente periodistas, ​​en cualquier aspecto de la política israelí debido a los consejos sobre «qué deben hacer y no hacer» los portavoces israelíes.

Las recomendaciones dejan muy clara la brecha existente entre lo que realmente creen los funcionarios y los políticos israelíes y lo que dicen, esto último minuciosamente matizado por sondeos para determinar lo que los estadounidenses quieren oír. Ciertamente, ningún periodista que entreviste a un portavoz israelí debería hacerlo sin haber leído antes esta relación de muchos de los temas y frases empleados por el Sr. Regev y sus compañeros.

El folleto está lleno de enjundiosos consejos sobre la forma en que deben moldear sus respuestas a las diferentes audiencias. Por ejemplo, el estudio dice que «los estadounidenses aceptan que Israel “tenga derecho a unas fronteras defendibles”, pero la cosa no mejora al definir exactamente cuáles deben ser esas fronteras. Hay que evitar referirse a las fronteras en términos de pre- o post-1967, ya que esto sólo sirve para recordar a los estadounidenses la historia militar de Israel. El apoyo al derecho de Israel a defender sus fronteras, por ejemplo, cae de un magnífico 89 por ciento a menos del 60 por ciento cuando se habla de ellas en términos de 1967».

¿Y qué decir del derecho al retorno de los refugiados palestinos que fueron expulsados ​​o huyeron en 1948 y en los años siguientes, y no se les permite regresar a sus hogares? En este caso, el Dr. Luntz ofrece consejos sutiles para portavoces, cuando afirma que «para los israelíes, el derecho al retorno es un tema difícil de comunicar de manera efectiva, porque gran parte del lenguaje israelí recuerda a las palabras "separados pero iguales" de los segregacionistas de 1950 y los defensores del Apartheid en la década de los 80. El hecho es que a los estadounidenses no les gusta, ni creen, ni tragan el concepto de “separados pero iguales».

Entonces, ¿cómo deben los portavoces enfrentarse a lo que el libro admite que es una pregunta difícil? Deberían denominarla una «exigencia», con el argumento de que a los estadounidenses no les gusta la gente que plantea exigencias. «Después, decir que “los palestinos no están contentos con su propio estado, y ahora exigen territorio dentro de Israel”». Otra sugerencia para una respuesta efectiva es afirmar que el derecho de retorno podría llegar a ser parte de un acuerdo final «en algún momento en el futuro».

El Dr. Luntz constata que los estadounidenses en general tienen miedo de la inmigración masiva hacia los EE UU, por lo que la mención a la «inmigración palestina masiva» hacia Israel se les atraganta. Si nada de esto funciona, habría que decir que el retorno de los palestinos «descarrilaría los esfuerzos para lograr la paz».

El informe Luntz fue escrito a raíz de la Operación Plomo Fundido en diciembre de 2008 y enero de 2009. En ella murieron 1.387 palestinos y nueve israelíes.

Hay todo un capítulo sobre «Aislar el Hamás respaldado por Irán como un obstáculo para la paz». Desafortunadamente, el 6 de julio se inició la operación Margen Protector, planteando un problema para los propagandistas israelíes, porque Hamas se había distanciado de Irán en la guerra en Siria y no tenía contacto con Teherán. Las relaciones amistosas se han reanudado en los últimos días —gracias a la invasión israelí.

Una gran parte de las recomendaciones del Dr. Luntz versan sobre el tono y la presentación del caso israelí. Afirma que es absolutamente crucial rezumar empatía hacia los palestinos: «Las personas “persuadibles” [textual] no se preocupan de cuánto sabes hasta que notan cuánto te importan; por tanto, demuestra empatía hacia AMBAS partes». Esto puede explicar por qué muchos portavoces israelíes aparecen al borde del lagrimeo, mientras narran la difícil situación de los palestinos al ser machacados por las bombas y los proyectiles israelíes.

En una frase en negrita, subrayado y con mayúsculas, el Dr. Luntz dice que los portavoces israelíes o los líderes políticos no deben nunca justificar ni lo más mínimo «la masacre deliberada de mujeres y niños inocentes» y deben desafiar agresivamente a aquellos que acusan a Israel de ese crimen. Los portavoces israelíes se empeñaron a fondo en ser fieles a esta prescripción cuando 16 palestinos perdieron la vida en un refugio de la ONU en Gaza el pasado jueves.

Hay una lista de palabras y frases que deben ser utilizadas y una lista de las que hay que evitar. La de Schmaltz es la más utilizada: «La mejor manera, la única manera, de lograr la paz duradera es lograr el respeto mutuo». Sobre todo, debe destacarse en todo momento el deseo de paz de Israel con los palestinos, porque esto lo que los estadounidenses quieren que suceda de forma abrumadora.

El Dr. Luntz cita como ejemplo de «frase con gancho» israelí efectiva», la que dice: «Quisiera dirigirme en concreto a las madres palestinas que han perdido a sus hijos. Ningún padre debería tener que enterrar a su hijo».

El estudio admite que el gobierno israelí realmente no quiere una solución de dos estados, pero señala que esto debe disimularse, porque el 78 por ciento de los estadounidenses tampoco desean esa solución. Hay que resaltar el deseo de una mejora económica de los palestinos.

El primer ministro Benjamin Netanyahu consiguió un elevado grado de aprobación cuando dijo que «es hora de que alguien pregunte a Hamas: ¿qué estáis haciendo para llevar la prosperidad a vuestro pueblo?». Cuesta creer la hipocresía de esto: son los siete años de bloqueo económico israelí los que ha reducido la franja a la pobreza y la miseria.

En todos los casos, la presentación de los hechos por los portavoces israelíes se orienta a dar a americanos y europeos la impresión de que Israel quiere la paz con los palestinos y está dispuesto a comprometerse en lograrlo, cuando todas las pruebas apuntan a que no lo hace. A pesar de que no fue concebido como tal, pocos estudios más reveladores se han escrito sobre el moderno Israel en tiempos de guerra y paz.

lunes, 14 de julio de 2014

Yoani, activista a la carrera


Pocos disidentes del castrismo son capaces de transmitir en tan escasos minutos —fueron más de veinte, pero me supieron a cinco— tal cantidad de vivencias y sensaciones como lo hizo Yoani Sánchez en la Casa de América la semana pasada. Pero eso no es raro en ella. No en vano dice de sí misma y de sus compañeros que no son «periodistas de carrera, sino periodistas a la carrera», y eso, si tenemos en cuenta la idiosincrasia de los cubanos, tiene mucho mérito.
En una entrevista cargada de complicidad, la periodista habitual se trastocaba en protagonista, y el habitual protagonista de los reportajes, premio Nobel y genio de la literatura, entre otras muchas cosas, Mario Vargas Llosa, hacía de periodista curioso —y algo embaucador, porque seguro que ya se sabía las respuestas a su cuestionario. Llosa bordaba así el papel de un digno actor secundario, dándole pie a la cubana, para que esta nos pusiera al día, con su tono amable pero contundente y ágil, sobre la vida, o como se quiera llamar lo que se lleva en la isla caribeña.
La autora del blog Generación Y —que le sirvió para darla a conocer en todo el mundo—, ironizó sobre la manipulación que los Castro hacen del lenguaje, llamando «trabajadores disponibles» a los desempleados. La palabra «reformas», dice Yoani, le queda muy grande a lo que está sucediendo últimamente en la isla, cambios cosméticos que, añado yo, esgrimen muchos Estados de la UE para justificar el debilitamiento y muerte de la Posición común, pero esto lo dejaré para otra ocasión.
Los Castro están aplicando la «solución del timbiriche», algo así como del chiringuito, o pequeño kiosko familiar, cuya concesión y solidez comercial dependen mucho de la afinidad al régimen del titular, como me explicó hace poco Carlos Payá, hermano de Oswaldo —por cierto, su muerte, junto con la de Harold Cepero, sigue sin investigarse con seriedad ahora que se cumplen dos años de producirse, en julio de 2012.
Yoani diagnosticó, sin embargo, que lo que realmente necesita el «enfermo cubano» no se arregla con una «tienda de pizzas, a modo de aspirina, sino con un desfibrilador para el corazón económico de la nación».

Para la activista, en Cuba resulta imposible asociarse por afinidades de ningún tipo, «ni políticas, ni económicas, ni amatorias», a pesar de que la represión de Fidel, de grandes titulares, más mediática, haya dado paso al estilo de Raúl, más sutil, con detenciones continuas pero breves, «que no dejan pruebas para presentar» en un improbable juicio.
Don Mario cambió de tercio para preguntarle a la periodista cómo se percibe el prolongado apoyo del régimen venezolano y su petróleo a la dictadura castrista, y si la gente teme que se corte este grifo benefactor.
Yoani en Madrid, el pasado mes de febrero
Yoani Sánchez con el autor de este blog, en febrero de 2014
Además de afirmar que ese apoyo ha podido prolongar más de 10 años la vida a la dictadura, Yoani dividió el sentir de la calle en dos grupos: los que temen la catástrofe de la posible ausencia de Venezuela, y los que, como ella, piensan que si el subsidio termina, Raúl Castro tendrá que acelerar el ritmo de las reformas. De nuevo usó la ironía para decirnos que «lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo».
Continuaba la entrevista y todos teníamos ganas de que esto durase mucho, que no parase de hablar y contar cosas. Era una sensación similar a la que se produce cuando te encuentras con ese amigo al que no ves desde hace tiempo y se aturulla contándote cosas y más cosas, y saltando de unas a otras casi atropelladamente.

Pero Yoani no se atropella, aunque hable muy seguido. Lo tiene muy claro, y nos relata su última obsesión: cómo «14ymedio», su proyecto periodístico más ambicioso hasta ahora, solo les deja dormir 4 horas cada día desde hace dos meses y pico, pero que ya anda con buen paso, contra el pronóstico totalmente pesimista de Vargas Llosa cuando Yoani se lo contó por primera vez. Y para fastidio del régimen, que no ha podido sacudírselo de encima aún, porque el ciberespacio aún es complicado de censurar.
«Trabajamos offline para un medio online», simplificó la activista, mientras relataba el plan de trabajo del equipo de periodistas —y peluqueros, estomatólogos y filólogos—, que prepara el contenido sin conexión en un programa que simula la publicación real en la Web. Después, lo llevan todo empaquetado a algún hotel desde donde se conectan para subir todo a la red.
La entrevista se acercaba a su final, se echaba encima la hora de comer, pero esa frivolidad no venía a cuento. Llosa le preguntó por la vida diaria, la represión, las sensaciones de vivir en una dictadura como la cubana.
Rosa Díez escucha el diálogo entre Vargas Llosa y Yoani
Yoani no necesitaba muchos minutos para resumir su vida cotidiana, en constante estado de vigilancia por parte del régimen. En su piso decimocuarto —origen del nombre del periódico— dice hablar abiertamente, porque no oculta nada, pues firma con su nombre y apellidos todo lo que dice y escribe, pero le preocupa «meter en problemas a la familia», o lo que llama la «satanización social, el fusilamiento mediático», con efectos muy lamentables como el alejamiento de los amigos o el temor a ser vistos cerca de ella.
Para compensar, hay gente que la reconoce por la calle, y le guiña un ojo, o le hace algún gesto de simpatía. Como el caso de la niña de nueve años, cuenta, que la reconoció mientras esperaba en una cola, actividad totalmente normal en la isla: «la chiquilla estaba nerviosa, tocó a su madre, señaló discretamente hacia donde estaba yo, y le explicó quién era haciendo el gesto de teclear con las manitas».
En su última pregunta, el escritor preguntó a Yoani cómo podíamos ayudar en esta lucha a los disidentes, ¿es bueno el embargo, el turismo? ¿qué esperan de nosotros?
Sin rodeos, a su estilo, Yoani sintetizó en pocas frases que lo importante es no mirar hacia otro lado, hay que denunciar las injusticias siempre que se pueda y mentalizarse de que el problema de Cuba está dentro de Cuba. Lo de apoyar o no el embargo, el turismo, la postura de la Casa Blanca, etc., según ella, es poner el problema en brazos de otro, e insiste en que el epicentro de la discusión debe llevarse a Cuba. Asimismo, es fundamental participar en foros como este, cada vez que hay ocasión, no solo por hablar, «por tener micrófonos a nuestra disposición, sino porque en estos debates también aprendemos de vuestros errores, para evitarlos».
Todo esto dio de sí el encuentro, y más. Aún tuvo tiempo Yoani de recordarnos la importancia que la tecnología ha tenido en su trayectoria, para contar lo que piensa. Nos dijo que también puede ser una buena forma de colaborar con la causa: «si van a Cuba, no les cuesta nada echar una laptop o una memoria flash a la maleta, que también serán de gran ayuda».